RUTA ESPECTACULAR DEL ALMENDRO EN FLOR
Día espectacular para una ruta espectacular. Primera ruta del año; un año lleno de ilusión y esperanza; un año con deseos, sobre todo uno, que esta pandemia pase pronto. Necesitamos salir, necesitamos compartir, necesitamos disfrutar y volver a ser nosotros, de nuevo.
Así con este ánimo salimos en dirección al Aserradero, después de parar a desayunar, como siempre.
La cumbre nos recibió como merecíamos ¡Vaya día! ¡Vaya almendros! Desde el primer momento se nos alegró el alma al comprobar que los almendros estaban en flor. ¡Vaya festival para la vista! La naturaleza nos brinda, desde la guagua, una bajada blanca sobre fondo verde. La vista de Ayacata salpicada de blanco y rosa no tiene igual.
Pero el viaje nos deparaba una sorpresa. Una sorpresa que nos hizo dudar si empezar la caminata aquí o subir en la guagua hasta el aparcamiento del Nublo. La carretera por la que teníamos que pasar para llegar al punto de salida estaba cerrada por derrumbamiento causado por “Filomena”. Comprobamos que desde allí hasta el lugar deseado serían unos dos kilómetros así que al final decidimos arriesgarnos y añadir esos kilómetros al total de la ruta. Y así lo hicimos.
Echamos a andar por la carretera y no podíamos estar enfadados aunque quisiéramos, porque lo que nos rodeaba nos dejaba sin palabras. El camino está lleno de almendros que muestran orgullosos sus flores y hacen las delicias del que los contempla. El contraste del blanco con el marrón de los roques y el azul intenso del cielo corta la respiración a cualquiera. Yo me siento una privilegiada. Si vuelves la vista atrás ves Ayacata envuelta en un manto blanco que la convierte para mí, en el pueblo más bonito del mundo, hoy.
Pero tropezamos de golpe con el derrumbe ¡caramba con Filomena! ¡cómo arrastró esas enormes piedras!. Será un trabajo muy duro. Piedras y montañas de tierra llenan la calzada y por ahí, cual aventureros mañaneros, cruzó este grupo, a pesar de que había un cartel que prohibía el paso de peatones (entiendo que será cuando estén trabajando).
Pues si el espectáculo que dejamos atrás era magnífico me quedo sin palabras para describir el que se nos presentaba por delante. No solo siguen los almendros bordeando el camino y escuchamos el agua correr por el barranco, sino que allí, sí, justo allí, frente a nosotros podemos contemplar a nuestro querido hermano Teide que desde la distancia nos saluda y nos comunica que durante un buen rato acompañará nuestro camino. Preciosa foto, sin duda.
Comenzamos entonces la subida hasta la base del Nublo. El camino está sembrado de lavandas con su peculiar color y olor; de frondosos tajinastes que nos avisan que pronto florecerán y de la generosa salvia siempre dispuesta para ayudar ya sea en la cocina o en la medicina. Nuestra subida es tranquila, disfrutando de las paredes que nos acompañan y observando a lo lejos a los escaladores y sus hazañas. Así llegamos a una altura desde la que podemos ver la presa del Chira y el hermoso jardín que presenta estos días esta zona de la isla. El agua de una pequeña presa por la que pasamos nos invita al baño pues la temperatura del día es propicia para ello. Da gusto estar por aquí.
Aquí con el Nublo a mi derecha y el Bentayga a mi izquierda siento el latir de mi tierra canaria que pasa del suelo a mis venas. Mi sangre se altera al contemplar lo cerca que estoy de ellos. Soy feliz, muy feliz.
Rodeamos el Nublo observando su cara B como a mí me gusta llamarla y comenzamos la bajada en dirección a La Culata. Vemos al Roque el Fraile, solitario y respetuoso, como siempre y caminamos por un barranquillo con agua que hace, como es lógico, las delicias de todos. Nuestro padre el Nublo sigue guardándonos la espalda.
La llegada a La Culata se anuncia antes de verla pues volvemos a encontrarnos con los almendros. ¡Qué maravilla de colores! Si los observas bien son todos blancos o rosas pero no hay uno igual. Increíble.
En La Culata no hay sitio para nadie. La gente hace cola para sentarse en los restaurantes y no hay ni un rincón donde colocarse así que compramos la bebida fresquita y nos vamos a comer el bocadillo a la plaza de la iglesia, que está vacía. Almuerzo tranquilo con distancia física y vuelta al camino.
Cruzamos de nuevo el barranco con agua cristalina y, rodeados de apoteósicos almendros en flor, tomamos el camino hacia la Cruz de Timagada. Me encanta este camino pues es un pasillo en blanco. Mires donde mires ahí están. A ellos hemos venido a ver y ellos no nos han fallado. Los almendros nos recibieron y los almendros nos despiden.
Cuando algo empieza bien, acaba bien. Hermoso día con temperatura agradable, paisajes increíbles y compañía inigualable.
El año comienza bien, amigos..