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POZO DE LAS NIEVES SAN MATEO

Relajante ruta la que pudimos disfrutar el sábado día 1 de julio los doce que nos reunimos en la fuente luminosa.

Éramos pocos, pero con muchos ánimos. El día prometía pues después de esos calores que hemos tenido que soportar por estas latitudes, la temperatura prometía un bajón. Y así fue.

Parada en San Mateo para el cafecito o lo que sea y rumbo al Pozo de las nieves.

Nueve cuarenta y cinco de la mañana comienza la marcha. Un airecillo frío nos recibía a pesar de que el sol quería hacerse notar. El viento quietaba cualquier sensación calurosa que pudieras tener. La temperatura ideal para caminar.

Bajada desde el primer momento a través de pinos y ya el viento deja de ser un problema. El polvo que levantamos con nuestras pisadas anuncia nuestro paso.

El rumor del aire al pasar entre las ramas y el gorjeo de los pajarillos son nuestros compañeros. Vamos relajados, el día es largo y la ruta es corta así que no hay prisas.

Casi sin darnos cuenta hemos llegado a la carretera y buscamos la nueva entrada al sendero que nos llevará a San Mateo, nuestro destino final.

En estos primeros kilómetros apenas vemos lo que nos rodea pues una neblina típica de otra estación del año ha hecho acto de presencia.

El ambiente es húmedo pero agradable, pequeñas gotas de agua se adhieren a la piel y a la ropa y estimulan mis sentidos.

Solo la vegetación que está más cerca es visible en estos momentos, pero es agradable el paseo y la compañía ayuda aún más a que así sea.

Seguimos bajando mientras la niebla se va disipando y el sol intenta calentar el ambiente.

El paisaje que se nos presenta ahora es acogedor y el sendero, aparte de alguna bajada pedregosa, no está mal.

Pero lo que verdaderamente marcó nuestro camino fueron los árboles frutales que franquearon nuestro paso.

¡Qué maravilla! Hemos probado hoy todo tipo de frutas: ciruelas, higos, guindas, peras, nueces. En cada árbol nos parábamos y buscábamos aquellas que pudiésemos degustar pues la mayoría no estaban aún en su momento ideal. ¡Qué felicidad supone acercarte a una rama, coger la fruta y comértela! No tiene precio. Nuestras caras se transforman y parecemos niños en un día de fiesta. ¡Increíble!

Hoy compartimos, reímos, disfrutamos.

Miro a mis compañeros y no dejo de sorprenderme al pensar con qué pequeñas cosas somos capaces de sentir felicidad.

Es extraña la vida en ocasiones.

Pues así, poco a poco y a través de un árbol aquí y otro allá, sin dejar de observar los hermosos castaños en flor y los nogales ya con la fruta verde en sus ramas, seguimos bajando y acercándonos al final.

Una de la tarde y ya estamos a dos pasos de la hermosa Vega de San Mateo así que buscamos un lugar para nuestro bocadillo y allí en un murito, bajo unos hermosos perales que aún no estaban maduros, realizamos el almuerzo del día.

Con la barriguita contenta terminamos de bajar y llegamos a San Mateo, donde hoy se celebraba el día del agricultor.

Fin de nuestra jornada, parada en el bar para un cafecito y rumbo a la guagua donde nuestra compañera Begoña nos deleitó con unos palitos de chocolate que hizo la delicia de todos.

Como se dice por estas tierras: nunca las mañas pierdas.

Feliz verano.