Si algo caracterizó a la ruta del sábado 28 de marzo es el uso que hicimos de los sentidos.
Comenzó nuestra andadura en la Caldera de los Marteles rodeados de pinares y con el cielo azul anunciando ya que ésta iba a ser una jornada llena de colores.
Desde arriba,pues la ruta es un continuo descenso, podíamos observar el mar de nubes que servía de frontera entre la cumbre y las medianías. Era espectacular ver como los picos más altos se elevaban entre algodones blancos y los pinos mostraban sus copas convirtiendo el paisaje en un continuo contraste de sensaciones y colores.
La temperatura era ideal pues el sol calentaba sin abrasar mientras a la umbría se sentía el frescor de esta época del año.
El grupo comenzó la marcha con alegría y preparándose para ir a la búsqueda del primer Tajinaste del día. Es está una ruta para ir sin prisa, para disfrutar, para hacer fotos, para observar, para llenar nuestras retinas de colores.
Es está una ruta para los sentidos.
La vista se nos cargó de azules, lilas, amarillos, rosa, blanco,verde,…; el oído se regalaba del zumbido de las abejas que nos acompañaría todo el camino; el olfato descubría salvia, tomillo,….; el tacto palpaba la suavidad de esta o aquella flor,…; sólo nos faltaba el gusto pero le dimos lo que se merecía en el restaurante un poco más tarde.
Desde el comienzo me enamoró el paisaje que veía. Es increíble y por mucho que camine por esta maravillosa tierra canaria no deja de asombrarme los lugares por los que pasamos sábado a sábado. Nuestra isla a pesar de estar tan poblada guarda rincones únicos que vale la pena descubrir.
El paisaje que nos envuelve nos recuerda constantemente el origen volcánico de este archipiélago; el Roque Grande nos acoge y nos guía pues lo vamos a tener de fiel compañero y de referente a lo largo de todo el camino.
El estallido de color que la naturaleza nos ofrece en este día es un regalo para los sentidos pero también para el corazón.
La gama de colores que nos rodea mientras bajamos me deja sin aliento: cielo azul, mar de nubes blanco y en medio los marrones de la tierra, el negro de los roques,los azules del tajinaste, el amarillo de la morgallana, el blanco, el rosa, el verde,….¿ quién pide más?
La tranquilidad que se respira ha calmado nuestro andar y hasta nuestra respiración se relaja. Un paseo así una vez al mes nos aporta diez años más de vida, estoy segura de ello.
No da ganas de llegar; fotos, fotos y más fotos; alegría , relajación, sensación de bienestar.
Pero llegamos al final. Han sido unos cinco kilómetros de calma, libertad,buen humor,…. Ya sólo nos queda guardar en nuestra memoria lo que hoy hemos vivido. En un rinconcito de nuestro cerebro y nuestro corazón se acomodará esta vivencia para que el día que queramos podamos traerlo de vuelta y revivirlo de nuevo. Una ruta magnífica y unos compañeros acordes con ella. ¡No se puede pedir más!