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FUERTEVENTURA

Fuerte aventura la que tuvimos el lujo de vivir y disfrutar los “pilanconenses” que nos reunimos en la maravillosa y soleada isla de Fuerteventura.

Comenzó el viernes por la tarde cuando casi todo el grupo se reunió. Dado que cada uno habíamos ido llegando a la isla por nuestra cuenta fue un placer encontrarnos en el hotel.

Después de los saludos de rigor y tras ponernos al día en las noticias individuales, decidimos dar un paseo (para ir haciendo piernas), por esa magnífica avenida que posee la zona de Costa Calma. Fue un rato agradable, entre palmeras y adelfas; a la fresquita y con caras sonrientes y el anhelo de aventura, recorrimos el lugar observándolo todo con ojos nuevos, llenos de ilusión y con el añadido que da estar entre compañeros sociables que facilitan las buenas relaciones.

Así llegamos a la playa y ¿quién se puede resistir a pisar esa dorada arena al caer la tarde?…Descalzos recorrimos la orilla saboreando con nuestros sentidos ese olor a mar, esa luz plateada con la luna llena sobre nuestras cabezas, esa arena caliente bajo nuestros pies y esa sensación de que era el comienzo de algo que iba a dejar huella.

La cena en el restaurante “las tapas de la abuela” fue divertida y amena y con el “Ramón Bilbao” en nuestras copas, podemos imaginar lo felices que nos fuimos a dormir.

El desayuno del sábado a las siete y media nos permitió ver caras nuevas de otros compañeros del grupo y ya la alegría volvió a instalarse en todos.

El día prometía y mientras preparábamos nuestros cuerpos con los alimentos que iban a proporcionarnos esa fuerza necesaria para aguantar la caminata, nuestra mente se preparaba y daba aliento a nuestro corazón.

Por fin llegó la hora de la salida y tras recibir al resto del grupo con el cariño que se merecen, pusimos rumbo a nuestro primer destino.

El trayecto hasta Vega de Río Palma fue sorprendente para muchos pues los parajes que atravesamos distan mucho de la idea que tenemos de Fuerteventura; montañas y mas montañas aparecían ante nuestros ojos que ansiosos de experiencias nuevas no perdían detalle alguno.

No me canso de echar piropos a nuestras islas canarias pues cada una de ellas es tan diferente y tan bella que es difícil explicar a un foráneo cuál de ellas debería visitar. Los colores con los que Fuerteventura nos obsequió escapan a mi capacidad para expresarlos pero eran tan espléndidos que cierro los ojos y soy capaz de verlos de nuevo con total nitidez. La tierra no es marrón, es rojiza; no existe el verde pero el contraste con el cielo y el mar es tal que la respiración se corta y el corazón se acelera. Esos volcanes extinguidos me transportan a una época que no viví pero que mi sangre siente y hace que mi mente vague feliz solo con mirarlos.

Y llegamos al pueblo; son las nueve y veinte de la mañana de un sábado y todo está en calma, es decir no hay ni un alma por aquí. Foto de rigor a la puerta de la iglesia para plasmar definitivamente nuestra estancia allí. ( Vimos a la Virgen a través de las rendijas que la antigua y hermosa puerta de madera nos permitió). Y nos pusimos en marcha.

La caminata transcurre siempre barranco abajo, y dejando a un lado esas abandonadas gavias que antaño se llenaban de agua y eran tan bien aprovechadas por los campesinos, pasaban los kilómetros.

Nuestra vista puesta en el cielo azul despejado nos hacia presagiar mucho calor, pero una brisa suave y constante nos iba a acompañar durante toda la jornada haciendo esta marcha mucho más llevadera.

El andar, en esta primera parte de la ruta es un poco lento pero vamos relajados pues aprovechando las explicaciones de nuestro fotógrafo pudimos observar guirres, milanos, cuervos,… y así disfrutar aún más de la compañía.

Llegamos así a la “presa de las peñitas”, un lugar que sorprende aunque lo veas muchas veces. Es difícil imaginar que existe este oasis en medio de tanta sequedad. Además las piedras que vemos son tan bellas y raras que te sientes transportado a otro planeta. No me extraña que haya sido lugar elegido para rodar películas pues mirarlas es darte un baño de alegría. Para nosotros fue un momento de esparcimiento, de liberación de sensaciones, de risas, de fotos, de descanso y de preludio de un día pleno.

Después del platanito, el agua y el rodeo que dimos, dio comienzo la segunda parte de la ruta, que como la anterior, sigue cuesta abajo. El camino ahora es más ancho pues el barranco se abre y rodeados de tarajales y palmeras nuestros pies nos conducen, con ritmo mas elevado esta vez, hasta nuestro destino. El paso va sobre cantos rodados y los molinos americanos nos vigilan continuamente; los pequeños oasis que encontramos nos permiten refrescar nuestra vista y alegrar nuestros oídos con el sonido del agua al correr y hasta tuvimos la suerte de ver a la tarabilla canaria, una especie endémica de esta isla. ¿Se puede pedir más?

El cielo azul brilla sobre nuestras cabezas, el sabor salado nos llega poco a poco y así casi sin darnos cuenta nos encontramos en el mar. Hemos llegado al puertito de Ajui, donde una playa de arena negra nos recibe y nos invita al baño.

Visita obligada primero a las dunas fósiles y a los hornos de cal y ¡cómo no! a la cueva de la caleta negra. ¡ qué bello lugar! Es difícil explicar lo que se siente cuando la ves pero es otra demostración más del poder del mar y de esa capacidad que tiene la naturaleza para esculpir edificios como este.

Alegres y animados nos dispusimos a comer placenteramente el calamar del que tanto habíamos hablado durante el camino y estoy segura que alguno quedó con ganas de repetir.

Bañito en el mar y descanso al sol fue el siguiente premio que nuestro cuerpo se llevó. ¡Esto es vida, amigos!

Vuelta a la guagua la relajación se palpaba en el ambiente y mientras disfrutábamos del paisaje dorado al caer la tarde nuestra mente ya estaba en la cena de la noche.

¡Pero aún quedaba algo por hacer!: ¡El spa!.¡Qué tarde tan maravillosa pasamos allí! ¡Qué rato más divertido y relajado! Parecíamos un grupo de niños con un regalo entre las manos: risas, boberías, buen humor,… Imagínense al grupo metido en el jacuzzi o sudando en la sauna. Que si esto está muy caliente, que si aquello está muy frío, que si esto es bueno para tal cosa,… que sé yo la de cosas que inventamos para no salir de allí. En fin que fue un rato genial que será difícil de olvidar. Por cierto que algunos ni se enteraron de cuál era la entrada porque lo hicieron a través del vestuario femenino, je je.

Y llegó la hora de la cena; nos dividimos en dos coches y dirección Morrojable. La luna llena se preparaba para una gran noche y el cielo se engalanó de estrellas para acompañarnos. La temperatura era ideal y como no corría ni una ligera brisa se dieron todos los ingredientes para hacernos pasar un buen rato.

Elegimos nuestro lugar para cenar y presidió la mesa, como es lógico, nuestro presidente, impecablemente vestido con una camisa de un blanco impoluto…. que poco iba a durar ja ja.

No se sabe cómo fue, lo cierto es que aún sin pedir la cena, solo con la primera copa, la camisa de nuestro compañero pasó del blanco al morado ¡Que nochecita! No puedo dejar de reír al recordar esos momentos, pero no por la mancha en sí; me río al recordar a aquel pobre camarero que se ofreció con su formula mágica a limpiar la camisa. Yo creo que nadie va a olvidar en mucho tiempo esta anécdota pues la visión de aquel hombre metiendo mano entre el pecho y la camisa del presidente no tiene precio.¡ Y existe un video! ¡Hasta la secó con el vapor de la cafetera! ¡Increible!

En fin, que fue una noche inolvidable y un fin de semana para guardar entre todas nuestras placenteras vivencias.

Despedida al día siguiente en el desayuno pues cada uno regresó como llegó pero estoy totalmente segura que todos, absolutamente todos volvimos a casa con una sonrisa en los labios y más alegría en nuestro corazón.

Gracias por hacer posible unos días como los vividos en Fuerteventura.