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DE MASPALOMAS A PLAYA DEL INGLÉS EN RUTA NOCTURNA

¡Maspalomas, paraíso en Gran Canaria! Este es nuestro reto de hoy. Un paseo nocturno por la orilla de este océano a la luz de la luna. ¿Es suficiente para animar tus sentidos?

Nos reunimos a las siete y media de la tarde en el Faro de Maspalomas, este magnífico y remodelado edificio que sirve de guía a los que navegan por esta zona de nuestra querida tierra. Una luz importante que me hace reflexionar; pero no es el momento para ello. Hoy vamos a disfrutar; disfrutar del lugar y disfrutar de la compañía. Somos catorce incluido un joven muchachito de once años que hizo las delicias de esta que les habla.

La tarde estaba impresionante y el lugar a rebosar. Es normal, hemos vivido muchos días de intenso calor, el mes de agosto va terminando y las ganas de aire libre son tremendas. Todo eso contribuye a que la playa esté a tope.

Bajamos del paseo a la arena pasando en medio de grupos que aprovechan los últimos rayos del sol, de un sol que aún tardaría en esconderse. Andamos despacio, saboreando este momento, con el mar a nuestra derecha en relativa calma y el sol aportando su agradable calor, a nuestra espalda.

La zona turística de nuestra izquierda es lo único que nos recuerda el lugar en el que estamos pues yo ya me había trasladado en mi mente a un paraíso terrenal. Avistamos las dunas a cierta distancia y hacia allí nos dirigimos. Esta arena de Maspalomas es única en la isla, está formada por restos de pequeños crustáceos marinos que la erosión del mar y el viento van limando a través del inexorable paso del tiempo. Es maravilloso caminar por aquí. La marea está vacía y la planicie es extensa.

Vamos tropezando con gente que va y viene aprovechando el magnífico tiempo que hace, para gozar el momento. Se huele el mar y mis sentidos se agudizan para almacenar en mi memoria estos recuerdos y poder así volver a revivirlos en un futuro. Las personas somos memoria y quiero que la mía nunca se agote, así que miro, toco, huelo, oigo y saboreo este momento de sal, viento, arena y agua.

Hemos llegado al primer grupo de dunas y vamos a por ellas. Ya hay gente sentada en lo más alto apostadas para disfrutar de la puesta del sol. Nosotros no vamos a esperar pero sí subimos y gozamos del espectáculo que la naturaleza nos brinda. Fotos y fotos van a plasmar el momento. Desde aquí se observa el desierto que nos rodea. Son dunas móviles que el viento traslada caprichosamente llegando algunas a alcanzar hasta los quince metros de altura. Descendemos y volvemos a dirigirnos a la orilla por donde nuestro andar seguirá durante algunos kilómetros más.

La gente va feliz y las conversaciones son animadas. Caminamos, hablamos, observamos, disfrutamos…. De eso se trata.

Ante nosotros se muestra la enorme extensión de esta maravillosa playa y ya cada vez estamos más solos y cada vez está más oscuro. El sol ya se ha escondido a nuestra espalda y la caprichosa luna aún no se ha dignado aparecer y se hace rogar pero con esta luz anaranjada la visión es buena y nuestro ánimo se calma. Se ve que todos nos hemos relajado y las conversaciones han disminuido su volumen pero la felicidad se muestra en nuestras eternas sonrisas. Estamos rodeados de arena y agua y ya no hay signos de civilización salvo esos conocidos chiringuitos repartidos a lo largo del camino. ¡Qué felicidad!

De repente miras a la derecha y ¡ahí está!, surgiendo desde el mar e intentando no ser engullida por alguna nube pasajera se encuentra nuestra querida luna. Hoy, luna llena. Como dice la canción, luna llena, luna llena, invisibles son los hilos que manejas, pues solo verla vuelve uno a recargar las emociones y sientes subir la adrenalina por los poros de tu piel. Siento que me observa y me evalúa. Siento que me pone a prueba… pero no me importa, no me voy a convertir en una loba ni voy a ladrar como los perros. Hoy voy a dejar que esta luna, que tanta relación mantiene con el género femenino, me invada y me llene de energía.

Y con esa blanca energía a flor de piel llegamos al final de nuestra ruta. Final de momento porque toca volver por el mismo camino.

Hacemos un alto para reponer fuerzas y mientras unos toman un relajado baño otros se toman una refrescante cervecita. Un merecido descanso que gozamos con serenidad observando cómo nuestra luna ha ido ascendiendo por el cielo y se muestra majestuosa y brillante en todo su esplendor.

Retomamos el camino de vuelta, la marea ha ido subiendo pero la ruta sigue siendo fácil, además iluminados por esta enorme luna no hacen falta linternas, aunque algunos la usan.

Si miras al mar ves la estela que la luz forma sobre él y no puedo evitar que aflore a mi memoria el famoso poema de Alfonsina y el mar. Dan ganas de caminar por ese halo de brillante luz y viajar más allá del horizonte.

Miro al cielo y observo a la luna con Júpiter y Saturno a cada lado, brillando hoy más que nunca y no puedo dejar de hacerme esta pregunta: ¿estamos solos en el universo?. Su brillo parece enviar un mensaje que de momento no sabemos interpretar pero… ¿no sería maravilloso?

La vuelta se hace más rápida y antes de que nos demos cuenta estamos de nuevo en el lugar de partida. Baño refrescante y satisfacción por haber terminado esta increíble y relajante ruta.

El influjo de la luna ha sacado a relucir muchas sensaciones y sentimientos y ya es hora de soltar sus riendas y volver a la realidad. Por desgracia debido a las restricciones horarias que estamos viviendo no podemos encontrar un lugar donde reunirnos a tomar algo, así que nos despedimos con la sonrisa en la cara y el deseo de volver a vernos pronto.