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CIRCULAR LA CULATA DE TEJEDA

(13/01/24)

¡Qué alegría volver a las caminatas por nuestra maravillosa isla! Y sobre todo ¡qué alegría volver a reencontrarnos con los amigos de siempre! Y por supuesto qué alegría conocer a nuevos pilanconeros a los que a partir de ahora contaré en el grupo de los amigos de siempre.

El día se presentó alegre, con el cielo azul y el sol brillando a pesar de la calima que caía y amenazaba con taparlo todo.

Pero salir a caminar por nuestros campos es suficiente motivo para estar feliz.

La idea era ver almendros aunque la ausencia de lluvias y las altas temperaturas quizá no hayan ayudado a estos hermosos árboles a florecer.

Espero ver sobre el verde brillante los blancos y rosas de los almendros porque si algo nos llena el corazón de alegría a los que vivimos por aquí es contemplar la estampa de las medianías en esta época del año. Es una belleza que sabemos efímera pero que mientras la admiramos llena nuestras retinas y nuestros corazones de felicidad.

Después de la parada obligatoria para el desayuno nos dirigimos a uno de los maravillosos barrios del pueblo de Tejeda, La Culata.

Quien no ha estado aquí no puede saber de lo que hablo pero es un rinconcito con tanta belleza que solo por mirar el entorno en el que se encuentra vale la pena aguantar las curvas que llevan a él. Sentarse en la terraza de uno de los dos restaurantes que allí conviven llenará tu cuerpo de una paz que difícilmente olvidarás.

Desde allí, con el acantilado a la espalda solo tienes que levantar la vista para encontrarte con el icono que a todo grancanario levanta el ánimo, el Roque Nublo. Solo con mirarlo te transmite fuerza, poderío, nobleza. A su alrededor otros roques que conocemos a la perfección como el Fraile y la Rana. Y un poco más alejado el otro gran icono de Gran Canaria, el Roque Bentayga. ¿Se puede pedir más? Hoy por culpa de la calima no pudimos disfrutar de la vista del Teide y nuestra isla hermana pero ya con lo que tenemos es más que suficiente para sentirnos privilegiados.

A pesar del sol, una ligera brisa nos acompaña y entre el maravilloso paisaje que nos rodea, el sonido y los olores típicos del lugar mas la cháchara del grupo se nos pasa el tiempo sin darnos cuenta. Nos rodean pinos, retamas que en unos meses nos deleitarán con sus blancos y amarillos, veroles, tabaibas, escobones …

El grupo camina sin dificultad aunque una compañera tuvo que abandonar por un problema físico que esperamos y deseamos recupere para la próxima.

Una vez llegados a la degollada y tras la lectura de un poema de Nicolás Estévanez en el momento plátano, comenzamos a llanear hasta bajar a la Presa de Hornos, la cual se encuentra casi vacía, confirmación de la escasez de lluvia en los últimos años.

A partir de ahí tras la subida hasta el cruce nuestro andar se convierte en una bajada constante rodeados otra vez de pinos, cerrajones, margaritas, …

El descenso no es peligroso pero siempre hay que hacerlo con tranquilidad por el bien de todos.

Ya casi son las dos de la tarde y aunque no hemos visto más que algún almendro en flor vislumbramos nuestra meta y ¡còmo no! el Roque Nublo vuelve a aparecer como un padre protector vigilando nuestra marcha.

Y así sin más nos encontramos sentados en la privilegiada terraza para terminar el día con un almuerzo comunitario en una jornada difícil de olvidar.

Gracias amigos por compartir estos momentos.

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