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CAMINITO DE TEROR

Bonito amanecer el del sábado 30 de mayo; día de Canarias y día de ruta al punto más tradicional y venerado de nuestra isla, Teror.

Salir desde la Cruz de Tejeda con la vista de nuestros ancestrales roques es todo un lujo para los sentidos y así lo debió reconocer también el tiempo pues se dispuso a acompañarnos y a hacer el paseo mucho más agradable.

La salida fue tempranera y aunque paramos en San Mateo para echarnos la arrancadilla (chocolates con churros), nos pusimos en marcha a las 9:30.

El cielo ya mostraba su azul intenso y presagiaba una calurosa jornada a pesar de que corría una leve brisa que animaba a comenzar y afrontar positivamente la primera subida del día.

El paso ya desde el comienzo fue ligero, sin prisas pero sin pausa y así dejando atrás los imponentes roques, testigos de tantas y tantas caminatas, emprendimos el ascenso que en realidad fue bastante corto. El mar de nubes nos comunicaba que iba a ser imposible vislumbrar los pueblos cuyas crestas recorreríamos; los pinos nos abrían paso y apenas veíamos los barrancos circundantes en esta primera parte del camino.

Pero casi sin darnos cuenta nuestro colchón de nubes se fue disipando y el panorama ante nuestros ojos se aclaró. Brillaba el sol y brillaban los caminantes que paso a paso recortaban tiempo a la cantidad de horas que nos habían dicho debería durar esta marcha.

Veíamos ya los municipios por donde andábamos pues la ruta no baja nunca a los barrancos sino que montaña tras montaña y a través de sus crestas nos llevaban de un lugar a otro.

El verde del monte en esta época del año es diferente al verde del mes pasado. Hay un contraste entre los amarillos verdosos de esas plantas que van ya secándose y el verde fresco que presentan los árboles cargados de frutos, pero todos, absolutamente todos se quedan grabados en nuestras retinas y nos transmiten esa paz y esa alegría a nuestro corazón.

Caminar por un mar de helechos es tan alucinante que da ganas de tirarse sobre ellos como si de olas saladas se tratasen. El sol a estas horas va apretando sobre nuestras cabezas pero no hace más lento nuestro andar.

Un alto para el platanito en una sombra casi imposible de encontrar y seguimos nuestra caminata la cual casi sin darnos cuenta nos lleva hasta la cruz de Teror.

Es interesante sentarse en este lugar y observar el pueblo que visto desde esta altura y con el sol cayendo de pleno sobre él, parece otro. Vemos su basílica y su plaza, sus pequeñas casas y su moderno núcleo pero sobre todo, vemos el lugar de nuestra meta. ¡y con un par de horas menos de la prevista!

Paseo por esas maravillosas calles y directos a comer. Lugar agradable y compañía aún mejor. Otra jornada maravillosa que finalizamos con la obligada visita a nuestra “Pinito” y las ganas de, como dice la canción: pasarnos la vida entera caminito de Teror.