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LA RUTA DEL COCHINILLO (PICO DE LA GORRA A GUAYADEQUE) 19/12/2015

Comenzaba muy bien el sábado la salida prevista. Puntualidad inglesa y buen ambiente. El tiempo también quiso acompañar así que las nubes desaparecieron dejando ver un cielo azul y luminoso, aunque la temperatura aún era baja a esas horas.

Un pequeño susto con la guagua nos hizo reaccionar y ya en la mente de todos estaba lo que ese retraso podría suponer. Pero todo quedó en eso, un susto.

Seguimos nuestro camino y después de la típica parada para el café del desayuno nos encaminamos al punto de partida: el pico de la gorra.

Foto de rigor y a caminar. La temperatura ya ha aumentado unos grados y los rayos del solo nos calientan algo el cuerpo y nos ayuda a ponernos en marcha. Las antenas que controlan nuestros aparatos electrónicos nos vigilan desde su atalaya pero nosotros las dejamos de lado y comenzamos nuestro descenso.

El camino es muy bonito y los pinares que nos rodean reflejan el brillo en sus hojas después de las recientes lluvias. El verde y el marrón dominan el paisaje.

Un volcán será nuestro compañero durante un buen rato y el contraste del picón con el cielo azul hace que mis sentidos se relajen y disfruten. El caminar es desequilibrado pues los pies se hunden pero el corazón está alegre y la belleza del lugar paraliza hasta la respiración.

Dejamos a un lado “la calderilla”, una pequeña caldera que apenas ves si no sabes donde buscarla y después de pasar por un punto de avituallamiento de alguna prueba que se está realizando por los alrededores, nos dirigimos a la Caldera de Los Marteles.

Seguimos avanzando con los pinos y el picón como fieles compañeros de viaje y no dejo de admirar la belleza de mi isla. Es increíble ver como de una tierra en teoría inhóspita (malpaís) pueda brotar tanta vida: tajinastes, veroles, acebuches,…. toda la vegetación que llenan estas veredas.

La vegetación cambia un poco y los pinos se alejan de nosotros sin terminar de abandonarnos; son ahora los acebuches u olivos canarios y los almendros los que cuidan nuestro andar. Atravesamos un pequeño valle y caminamos por el barranco que unas veces se vuelve estrecho y otras se amplia a su antojo.

Lo mejor de este día es, sin duda, la compañía. El grupo es feliz, se habla entre todos y con todos. Nos reímos hasta de nosotros mismos y tenemos momentos para cantar y momentos de silencio en los que cada uno va, a su manera, disfrutando y guardando en su memoria las vivencias de este maravilloso día.

Continuamos bajando mientras las tuneras y las pitas nos vigilan, hasta que ya vemos, bastante cerca, el punto de llegada. La visión de esta parte del barranco de Guayadeque con la Montaña de las tierras al fondo nos deja a todos sin palabras. Por un momento observo al grupo y los veo ensimismados y en silencio. En las retinas brillan los colores y en los labios se dibujan sonrisas. ¿Quién puede pedir más?.

El último tramo es una carretera de tierra resbaladiza pero el olor a cochinillo flota en el ambiente así que afianzamos bien los pies y terminamos la caminata de hoy, orgullosos además por haberla realizado en menos tiempo del que teníamos previsto.

El final fue perfecto pues la combinación de un magnífico lugar con una excelente comida y una mejor compañía han convertido esta ruta en un día inigualable.

No puedo dejar de agradecer a nuestro presidente y a nuestro fotógrafo el habernos alegrado aún más el día con sus bromas y su buen ambiente.