...

MONTAÑA DE LA ISLETA

Para una isletera como yo pisar las montañas de la zona militar de La Isleta supone todo un acontecimiento. Y no pasa desapercibido.

Si no eres de por aquí no podrás entender este sentimiento aunque sé que cada barrio tiene su peculiaridad y cada uno se sentirá unido a él de una forma u otra. Pero la isleta tiene algo especial.

El pasado sábado 21 de mayo volví a mi infancia. Es cierto que nunca había pisado esas montañas pero sí que había entrado a esa zona siendo niña. Todas las navidades íbamos los chiquillos de la familia con mi padre a recoger piedras volcánicas ,que como pudieron comprobar, apenas pesan. Con ellas hacíamos el Belén. Qué recuerdos! Nos dejaban entrar como si nada y nosotros llenábamos los sacos. Eso sí, las devolvíamos a su sitio después de Reyes.

También cogíamos tunos indio y teñíamos los trozos de hielo con ellos para hacer los polos . Cuanta imaginación!

Pero hoy todo es distinto. Hoy vamos a patear esta zona desconocida de esta maravillosa isla en la que nos ha tocado vivir .

La experiencia ha sido inolvidable pues ver la ciudad desde este lugar es descubrir una ciudad nueva. Es la misma pero a la vez es otra. Reconoces sus lugares pero se ven diferentes. Es cierto que desde Las Coloradas ya ves la ciudad pero verla desde estas montañas no tiene precio. Parece que estamos lejos, lo ves como si fuera un lugar nuevo. Es pero no es. Es el mismo istmo y son las mismas playas pero parece que estás muy lejos de ellas. Desde aquí se puede dar una clase de geografía perfecta.

Son tres las montañas que vamos a subir: El Vigía , El Faro y Montaña Quemada o Colorada. Cada una es diferente a la anterior pero me quedo con la última. ¡Me enamoró!

A la primera se accede por una carretera media asfaltada y la vista del muelle es impresionante. De aquí se divisan claramente las dos playas de esta gran ciudad y por supuesto en enorme Puerto de La Luz y Las Palmas. Recuerdo cuando solo teníamos el Muelle Grande, el Pesquero y poco más. Hoy es como una gran ciudad con vida propia.

La bajada se me antoja simpática pues después de dejar atrás los bunker o nidos y escuchar por qué se llamaba vigía a este lugar, descendemos por una tubería cubierta de cemento que semeja un tobogán; la tierra que siguió también resbalaba. Ya abajo el camino hacia el faro nos depara otras vistas no menos espectaculares aunque no tan agradables. Primero nos encontramos con una vegetación esplendida, tuneras en pleno florecer, aulagas, cardones, retamas, balos y siempre la piedra volcánica negra, roja, marrón. De vez en cuando restos de munición que yo ni toco.

Pasamos también junto al centro penitenciario militar en desuso en la actualidad y casi desmantelado pero fiel recuerdo de un pasado no lejano. Todo esto está junto a la antigua esfinge, un lugar privilegiado en mi niñez donde íbamos a pescar y pasar lo domingos entre charcos y risas. Hoy en día está casi desaparecido pues la extracción de áridos para la construcción del puerto lo ha dejado vacío. La mano del hombre que siempre deja su estigma.

Nuestro recorrido nos acerca a la zona norte de la isla, más árida y ventosa y a la realidad de las canteras de picón como la del “ ceniciento”.

Toca ahora subir a la montaña más alta, Montaña del faro, llamada así porque en su cumbre alberga al faro más alto de España ,240 m. La subida es amena y pasa por varios concheros o basureros usados por los antiguos pobladores prehispánicos. El viento nos llena la cara de salitre y con el rumor del mar a un lado y el aire del otro avanzamos hasta la cumbre.

Divisamos también los restos del “Angela Pando” un barco que en 1986 se hundió al ratito de zarpar yque en mi juventud fue lugar de muchas visitas por mi parte. Hoy solo queda un resto que la corriente arrastró hasta la playa.

Nuestro guía nos explica la antigüedad y funcionamiento de este faro y las fotos que muestran como era en su comienzo nos confirma una vez más que el ser humano a veces no piensa cuando cambia las cosas solo por cambiarlas. ¿Por qué cubrir un edificio tan bello?

Entre las montañas existe una gran planicie, lugar que en el pasado estuvo plantado y que hoy día alberga una fauna y flora única que ha sobrevivido al encontrarse aislada .¡Que no cambie!

Y llegó la última montaña. Son casi las 2 de la tarde y aunque de entrada pensé que podía ser peor a mí me resultó un paseo. Subí lentamente disfrutando de lo que veía. Este paisaje me encantó. Sus piedras llenas de líquenes y orchilla, el contraste del azul del mar y el negro de la zona me terminó de cautivar. Me quedaría aquí unas cuantas horas. El norte de la isla me llena los ojos, la vista de la ciudad me atrapa.

Y lo que llegó a continuación me enamoró. Una zona de extracción de piedras de molino de la época prehispánica. Es increíble pensar que aquí estuvieron nuestros antepasados y esté tan perfectamente conservado.¡ Una clase de Historia canaria auténtica!

Se acaba nuestra visita y me marcho feliz pues las explicaciones de Juan Manuel (nuestro guía) me ha demostrado una vez más que cada día aprendemos algo nuevo y que así es como debemos salir a la vida, con la mente abierta para recibir todo lo que se nos presente a diario.

Si ya quería a La Isleta, a partir de ahora la voy a valorar mucho más. Y jamás olvidaré que el 26 de febrero es su día.

Almuerzo feliz en “El Padrino” y hasta la próxima.

¡Me ha encantado!